Por: Oscar Arroyo. (Padre de 3 chavales de Mikael).
El pasado 2 de enero del 2016 conseguí encaramarme a la cima del
Kilimanjaro y divisar el continente africano desde su punto más culminante, 5.895
metros de altura sobre el nivel del mar.
La expedición fue todo un éxito, ya que los once integrantes hicimos
cumbre, un hito sin precedentes a juicio de los guías locales que nos acompañaron.
En esta ocasión, di una vuelta
de tuerca, y aproveché mi estancia en Tanzania para ayudar a una pequeña ONG
local (fundación Carpio-Pérez), de una chica de Salamanca.
Esta fundación colabora con las
viudas masais y sus hijos, que se quedan sin nada tras la muerte del marido.
Allí nos encaminamos con casi 100 kg de ropa y chancletas, ayuda económica para
comprarles animales (cabras, gallinas y burros) y dinero para terminar su
escuela de primaria. Estas pequeñas ayudas, hacen que nuestro proyecto de los
“7 techos” tenga mayor sentido y fuerza, si cabe.
Fiel a mi estilo montañero,
contacté directamente por internet con una agencia de Arusha, que cuenta con
buenas recomendaciones. Es obligatorio ir con una agencia y con guías locales,
ya que es parque nacional y el permiso debe ser gestionado por ellos y de paso
te incorporan un equipo potente con sus cocineros, porteadores… En nuestro caso
vamos con la agencia “Arunga expeditions” y su responsable es Benjamín David (benjadn@yahoo.com).
Muy buen su trato, precio interesante y nos ayudó mucho tanto antes del viaje
por mail como luego allí durante nuestra estancia.
La lista de expedicionarios,
quizás ampliada por la fama del “Kili”, se compone de 11 montañeros. Elegimos la
ruta Machame de ascenso y Mweka de bajada con un día más de aclimatación, 7 en
total, para subir los 4100 m de desnivel. Se trata de huir de la ruta
Marangu (Coca Cola) más masificada. Además, la ruta Machame es circular, y nos
dará una mayor visión del macizo. Es más dura, conocida por ello como la “ruta
del whisky”, debiendo dormir todas las noches en tiendas de campaña.
Preparación
“Anticipa lo que puedas” ese es mi lema, lo
que en montañas como ésta, de 6.000 metros, significa preparar con mimo el
cuerpo para la escasez de oxígeno.
Durante casi todo el año,
realizamos salidas al monte recrear escenarios similares a los que va a vivir
en Kilimanjaro: dormir en altura, frío, mal tiempo, uso de material adecuado...
todo suma y todo cuenta si vienen mal dadas llegada la hora de la verdad
En diciembre, llega la tradicional acampada a 2.900 metros
en el collado Argualas, para aclimatar
la cabeza y probar material. Fue ya el 5º año consecutivo, soportando temperaturas
de hasta -20 grados”, algún año.
Dificultades
La falta de dificultades técnicas hace creer
asequible el ascenso,
pero nada más lejos de la realidad. Esta imponente montaña se eleva 5.000 metros sobre la sabana tanzana.
Es la montaña más alta en la Tierra aislada de una cadena montañosa, lo cual
hace que una aclimatación adecuada sea un factor muy importante para lograr el
éxito.

Preocupantes también son
factores como vacunas (malaria, fiebre amarilla), diferente clima, la comida,
el agua… que hacen que no podamos estar tranquilos. El clima húmedo de la parte
de abajo y el frío (hasta menos 20) de la parte superior, unido a la
incomodidad de dormir en tiendas, hace que no sepamos muy bien cómo vamos a
responder. Los porcentajes de ascenso en esta ruta andan por el 50%”.
La clave del ascenso, como dicen los guías es
ir “pole-pole” (poliki, poliki) o “baby-pass”, eso ayuda al cuerpo a adaptarse
a la altura y beber mucho líquido (5-6 litros /día), para “orinar” blanco.
En estos sitios, como siempre,
lo más duro es adaptarse a la comida rutinaria (sopas, pasta o arroz y verduras
con especias a tope, más los termos de agua caliente para el té o café) y a los
váteres, o “casas del horror” como se les conoce popularmente.
El clima ya es árido en esta
zona y se nota la sequedad en la garganta y fosas nasales, hay que tener mucho
cuidado para no sangrar por la nariz, ya que cuesta bastante cortar las
hemorragias.
Ascenso
Lo realizamos desde el día 28 de
Diciembre hasta el 3 de enero. Comenzamos a andar en Machame Gate a 1800 metros
de altitud y cada día subíamos a un campamento distinto. El 30 a Shira camp
(3000), el 31 a Barranco camp (3950), el 01 a Karanga camp (4000) y el 02 a
Barafu camp (4600).
La Noche Vieja en Karanga
(4000), nos conformamos con ensaladilla rusa y brocheta de carne y patatas, no
hubo ni uvas ni cava.
Todas las noches, un componente
del grupo, Juanma, que es médico (daktari en swahili), realiza el chequeo
rutinario a todos con el pulsioxímetro (saturación de oxígeno y pulso). Cuando
los guías se enteran de que hay un médico y una enfermera en el grupo, las
consultas privadas crecen, y los porteadores con dolencias importantes son
enviados a sus casas a descansar... ¡A este paso nos quedaremos solos!
El día de cima es especial y
diferente al resto. El 01 de enero ascendemos en 4 horas a Barafu Camp (4650),
último campamento de altura. Vemos gente que baja de la cima, en muy mal
estado, debido a la poca o mala aclimatación.
Aquí todo hay que hacerlo a
ritmo lunar, para evitar dolores de cabeza y malestares mayores. El tiempo
parece que pasa más despacio pero tan solo es la percepción por la altitud.
Una fuerte tormenta sacude las tiendas esa tarde y los pensamientos de
los 11 montañeros que componen la expedición. Cunde el nerviosismo, se masca el
“canguelo” en el ambiente.
A las 19:00 h nos tumbamos a
dormir, para levantarnos a desayunar a las 23:00 h y empezar a andar a las
00:15 h en plena noche del 2 de enero. El cielo está totalmente despejado y con
luna decreciente, aunque la forma es al revés al ser hemisferio sur. La sombra
del cráter Mawenzi al este, nos acompañará durante toda la ascensión.
La subida se lleva a cabo
durante casi toda la noche, en duro y continuado ascenso sin apenas zonas de
descanso. Únicamente miramos los pasos del compañero de delante, que es lo poco
que puedes observar. Tenemos que separarnos en 2 grupos, porque la montaña hace
su selección natural. Algunos componentes sufren para poder ganar altura
durante las primeras horas; la hidratación es clave para que el organismo siga
estando “acorde” a la altura, y que la cabeza, que es la que manda, no nos
envié órdenes erróneas.
A las 4:00 h es la hora más fría
de la noche rondando los – 5ºC, no hay casi viento y eso hace que con la ropa
que llevamos sea una sensación llevadera. No está siendo una noche desfavorable
para la atura a la que nos encontramos.
El amanecer que nos sorprende a
nuestras espaldas es increíble, sale el sol detrás del volcán Mawenzi, con un
mar de nubes debajo y algo de nieve en el camino por la tormenta del día
anterior.
Sobre las 7:00 h llegamos a
Stella Point (5735 m), que es la entrada al cráter y desde donde ya vemos la
cumbre. Es un cráter de 200 m de profundidad, con glaciares a su alrededor.
A las 7:30 h de la mañana
llegamos todos, los 11, a la cima. Un compañero del grupo, Leoncio, saca la
trikitixa de la mochila que se llevó desde Igoa (Valle de Ultzama) para
celebrarlo y también acordarse de algún antiguo compañero que nos ha dejado.
Son momentos muy emotivos donde cada uno se expresa a su manera. Estaremos casi
1 hora en la cima disfrutando del paisaje y de la alegría compartida.
Esa tarde bajamos a dormir a
Mweka camp (3000), son casi 3000 metros de bajada.
Al día siguiente, 03 de enero,
descendemos en 3 horas a Mweka Gate (1800), en la salida del Parque. Tras dar
las propinas al equipo, cantan y bailan la canción “Hakuna matata”. Después
coches y vuelta a Arusha.
Nuestro equipo estaba formado
por 36 personas: 2 guías, 3 guías asistentes, 3 en cocina y 28 porteadores. Son
siempre los porteadores los que más se merecen esta propina, por ser el
escalafón más bajo de la cadena y por el esfuerzo físico de su trabajo.
Kilimanjaro solidario
Entre todos, ayudamos algo a la
ONG Fundación Carpio-Pérez
(www.fundacioncarpioperez.org), establecida en la zona.
No fue fácil llevarlo a cabo, tras 15 horas el
día anterior con 1.300 metros de subida y casi 3.000 de bajada, pero mereció
mucho la pena, no ha hubo dudas.
Compartimos un tiempo en la
aldea de Arkaria, viendo cómo viven los masais del siglo XXI. Sin duda, los
niños de la aldea, son los que más nos emocionan, siempre es el colectivo más
débil.
Hay que agradecer también la
colaboración en este proyecto solidario al Ayuntamiento de Zizur Mayor, a los
compañeros de KYB Steering Spain, a la Clínica dental Ricardo Vásquez, al
pueblo de Igoa y a la revista Al Revés, ya que ha sido posible llevar la aldea masai materiales, ropas, animales y
dinero para terminar su colegio de primaria.
Ha sido una experiencia única,
como solía decir el guía Damas: “solo se vive una vez, pero si lo haces
intensamente, con una es suficiente”. Con eso nos quedaremos…